1ª parte: Importancia de la comunicación
Las relaciones entre Médicos y Pacientes presentan dos claras obligaciones para los primeros: (1ª) La ancestral del Médico de NO causar daño a su Paciente (“primium non nocere”); (2ª) Procurar al Paciente todos los medios de exploración, diagnóstico y tratamientos disponibles, para que no se frustre la posibilidad de sanación, por incierta que en principio pueda parecer. Y para los segundos, respetar la integridad profesional y personal de su médico y seguir estrictamente el tratamiento, mientras sea su Paciente, dándole información veraz sobre sus antecedentes clínicos que permita una correcta
De otro lado, ha quedado jurisprudencialmente claro que los Pacientes no tienen un derecho a la curación porque la Medicina no es una ciencia exacta y depende en gran medida del factor la reaccional del propio enfermo al tratamiento impuesto. De ahí aquello de “no hay enfermedades sino enfermos”.
Es claro que toda decisión humana puede convertirse en error; y de ahí deviene ese viejo aforismo, pacíficamente aceptado como justificador de errores, de que “errare humanum est”, atribuido a San Agustín… Es cierto que el ser humano yerra; pero no debería ser menos cierto que las consecuencias dañosas y lesivas de ese error deben ser íntegra y rápidamente compensadas por las vías jurídicas correspondientes, sin excluir la penales, tal como algunos pretenderían, como por ejemplo el insigne Gregorio Marañón en el Prólogo al libro de Eduardo Benzo “La Responsabilidad Profesional del Médico” (Madrid 1944), en que defiende la absoluta indemnidad del Médico en el ejercicio de su profesión (“doctor can do no harm”).
El problema es esencialmente ese: El Médico (al igual que el Paciente) es un ser humano… No se trata de un ente ficticio, artificial, abstracto, sacado de un ordenador y fiel a unas coordinadas pre-establecidas. El Médico es una persona y por tanto puede ser diligente o vago; estudioso o remolón; cuidadoso o desatento; sensible o impermeable; higiénico o sucio; incluso puede ser borracho, drogadicto, etc., etc., como todos los seres humanos, incluidos, desde luego, jueces, fiscales, notarios, ingenieros, científicos, banqueros y otros muchos profesionales importantes: “el hábito no hace al monje…” ¡Hay Médicos y Médicos…! Pero todos los profesionales que estén en servicios sanitarios, sin exclusión alguna, deben estar especialmente regulados en su conducta respecto de los servicios prestados a los Pacientes; y, claro está, a mayor responsabilidad, más exigente debería ser esa regulación.
En un informe reciente (mayo 2016), el famoso hospital norteamericano John Hopkins, estudiando las estadísticas de los últimos 8 años, atribuye más de 250.000 personas al año fallecidas por causa de errores médicos evitables, y ello la convierte en la 3ª causa más frecuente de fallecimiento en los EE.UU… En España no disponemos de esos instrumentos estadísticos, y al parecer, tampoco es una prioridad tenerlos disponibles…Pero si existe desde hace años (1949) a nivel internacional el Código ICD (“International Classification of Decease”) que explicita las causas de muerte, entre las que se encuentra aquellas directamente atribuibles al servicio asistencial médico-hospitalario (iatrogenia).
Desarrollando el anterior particular y centrándome en la estadísticas americanas que tengo disponibles del año 2013, arroja la siguiente clasificación de origenes de muertes:
Accidentes de circulación: 34.000
Por Armas de fuego: 34.000
Suicidio: 41.000
Enfermedades pulmonares 149.000
Cáncer: 585.000
Enfermedades cardíacas 611.000
Errores Médico-Hospitalarios 251.000
En un muy interesante e ilustrado artículo de Ramón Maciá Gómez, Magistrado jubilado, publicado (mayo 2009) en “Portico Legal” titulado El Error de Diagnóstico y el Error en el Tratamiento Médico en el Derecho Español, y cuya lectura recomendamos, refería, entre otras, una estadística procedente del Hospital German Trias i Pujol de Badalona según la cual el 6,2% de los enfermos que ingresan en un hospital, procedentes de un servicio de urgencia, reciben un diagnóstico erróneo, llegando a la conclusión de que la mitad de los errores médicos son evitables.
Los fallos atribuibles a la asistencia sanitaria médico-hospitalaria podemos resumirlos en: por acción o por omisión. Básicamente se trata de negligencias, imprudencias e impericias.
La pregunta clave que debe hacerse un Médico cuando vea que su Paciente no mejora ante el tratamiento impuesto es: ¿Que es lo que falta hacer? Aunque a muchos pueda parecer un desatino, los Médicos necesitan ardientemente del concurso de la información que pueda suministrarle el propio paciente y sus familiares para acertar en el diagnóstico. A pesar de todos los avances tecnológicos existentes, la comunicación oral entre el Médico y su Paciente, sigue siendo la piedra angular del diagnóstico y del consiguiente tratamiento. Por ejemplo, que el Médico, incluso antes de comenzar cualquier exploración del Paciente, simplemente se siente a escucharle sobre cuándo comenzó a sentirse mal y qué síntomas tuvo…y en sus propias palabras… Desgraciadamente las estadísticas demuestran que los Médicos interrumpen el relato de sus Pacientes a los 18 segundos del inicio…
Una de las razones de los errores que se producen con demasiada frecuencia en las Salas de Urgencia de Hospitales y Clínicas radica en la falta de comunicación Médico-Paciente casi siempre debida a la presión asistencial que las caracterizan. Los diagnósticos y conclusiones apresurados pueden precipitar el error asistencial.
Los Médicos deben aprender en sus relaciones con sus Pacientes la compleja técnica de hacerles preguntas abiertas, que permitan al Paciente expresarse con libertad y revelarle aquellos síntomas que serán clave para un diagnóstico acertado y un tratamiento eficaz. Incluso el lenguaje corporal del Médico será clave para que el Paciente se sienta relajado y dispuesto a abrirle la intimidad de sus padecimientos.
Sobre el autor
Gustavo López-Muñoz y Larraz – Consultor Emérito
Doctor y Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid (1961-1968). Abogado Especialista en accidentes de tráfico, accidentes laborales y negligencias médicas. Co-autor del primer libro escrito en España sobre negligencias médicas: Negligencia Médica, (Editorial Prensa Española, 1976). Autor de Defensas en las Negligencias Médicas (Dykinson, 1991); En defensa del Paciente (Dykinson, 1998); El error sanitario (Dykinson, 2003); Negligencias en cirugía y anestesia estéticas (2008). En posesión de la Cruz Distinguida de la Orden de San Raimundo de Peñafort, concedida por el Gobierno español por su contribución a la Administración de Justicia.
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